Todos tenemos prioridades en la vida: trabajo, dinero, familia, salud…
Pero quizás no todos nos paramos a meditar sobre ellas, para ver si de verdad estamos tomando decisiones de forma consecuente con nuestros valores y objetivos.
Esta falta de análisis interno nos lleva muchas veces a evadir la responsabilidad de nuestras decisiones y acabamos poniendo diversas excusas que solo sirven para engañarnos a nosotros mismos.
Este es el primer hábito que comenta Stephen Covey en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva: Sea Proactivo.
Ser proactivo quiere decir que tenemos la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.
¿Sabes que significa la palabra responsabilidad? Habilidad para elegir la respuesta.
Por lo tanto, si te consideras una persona responsable, puedes y debes elegir tu respuesta a cada situación en base a tus valores y no quedarte parado culpando a factores externos.
- El lenguaje importa
¿Eres consciente de cómo hablas o incluso de cómo piensas?
Piensa un momento cuántas veces dices «tengo que» a lo largo del día. Más de las que te imaginas.
Puede parecer una tontería, pero esta forma de comunicarnos con nosotros mismos nos está diciendo cosas.
Nunca digas «Tengo que hacer esto», sino «Elijo hacer esto» en base a una comparación de consecuencias. Parece que no, pero la visión cambia.
No es lo mismo «Tengo que estudiar», sin más, que «Elijo estudiar porque es la mejor elección en base a mis objetivos».
En negativo funciona igual. En vez de decir «No tengo tiempo», prueba a decir «No es una prioridad», y mira cómo te sientes.
«Tengo tiempo para aprender inglés, pero no quiero.»
«No hago deporte, porque mi salud no es una prioridad»
«No paso más tiempo con mis hijos, porque no son una prioridad en mi vida»
Es así de simple y así de duro.
Si frases como estás te remueven y no te sientan bien, ese es el objetivo.
Cambiar nuestro lenguaje nos recuerda que cada momento es una elección.
Si no te gusta cómo estás usando tu tiempo, puedes elegir cambiarlo, puedes elegir tus prioridades.
«Es que el trabajo me absorbe» – no te engañes, tú lo eliges.
«Mi jefe me explota» – tú lo permites, tú lo eliges.
«No tengo tiempo de comer sano y cuidarme» – no te lo has planteado en serio, no es una prioridad para ti.
«No tengo tiempo de aprender inglés» – ¿cuántas horas ves la tele al día?
Y este «descubrimiento», es tan molesto como esperanzador, ya que nos abre los ojos a la posibilidad de que podemos cambiar lo que no nos gusta. Depende de nosotros.
- Sal del piloto automático y reflexiona
Hasta que no te planteas este tipo de reflexiones, no eres consciente de las prioridades que has elegido sin darte cuenta.
Sal del piloto automático del día a día y párate a pensar, ¿cuáles son mis objetivos? ¿cuáles son mis prioridades? Después, «simplemente», toma las decisiones de forma alineada con tus objetivos.
De nuevo podemos citar aquí el hábito 2 de Stephen Covey: Con el Fin en Mente.
Una vez aceptada la responsabilidad de nuestra vida, tenemos que saber qué queremos, cuáles son nuestros valores y objetivos y así podremos tomar las decisiones adecuadas.
Imagina que te proponen un ascenso en tu trabajo, vas a cobrar más y tener más responsabilidades.
Puede que la respuesta inmediata sea:
«¡Por supuesto que sí! Voy a cobrar más, ¿quién diría que no a eso?»
Pues bien, si tu prioridad es el trabajo y tu objetivo ganar más dinero, la respuesta está clara.
Pero si lo que quieres de verdad es pasar más tiempo con tus hijos, entonces la cosa cambia y probablemente la elección correcta sea rechazarlo.
Este, además, es un ejemplo de una de las prioridades en base a la que casi todo el mundo actúa sin haberla elegido.
El dinero.
Parece obvio que todos tenemos que querer más dinero y trabajar lo que haga falta con ese «objetivo».
No es así, si te paras a pensar, quizás te das cuenta de que puedes vivir perfectamente con menos dinero, pero pudiendo dedicar más tiempo a otras cosas que te gustan.
Deberíamos tomar las decisiones alineadas en función de cuanto nos acercan a nuestros objetivos, a lo que queremos en la vida. Pero para eso, hay que reflexionar sobre ellas.
- Analiza lo que haces cada día
¿Sigues sin saber en base a qué prioridades te mueves? Piensa en tu día a día.
¿Al final, lo que haces en el día a día es más importante que lo que haces de vez en cuando, o no? Luego, ahí tienes tus prioridades, te guste o no
Si tras pensar sobre esto, te das cuenta de que a lo que más tiempo dedicas en el día, no es lo que realmente consideras una prioridad para ti, hay algo que deberías cambiar.
- ¿Cuánto estoy dispuesto a sacrificar?
Por supuesto aquí entra también en juego la fuerza de voluntad y lo mucho que queramos un objetivo.
Esta podría ser una conversación contigo mismo:
«No tengo tiempo de aprender inglés»
«Vale, si lo tengo, pero prefiero ver la tele»
«Bueno, podría apagar la tele durante una hora por la noche para estudiar inglés»
«Pero es que… estoy muy cansado cuando llego de trabajar, no me apetece entonces ponerme con el inglés.»
OK, acabas de darte cuenta de que quizás, en este momento, no es tan importante para ti aprender inglés.
No pasa nada, son tus prioridades y cada uno las elige, pero recuerda que ha sido tu decisión.
Por eso es importante dedicar tiempo a escucharnos a nosotros mismos para determinar nuestros objetivos y prioridades reales, y qué estamos dispuestos a hacer o a renunciar por ellos, para poder así tomar las decisiones correctas.
Cuando identificas una prioridad y decides apostar por ella, de repente te sientes realizado y tranquilo, ya que todo encaja en tu interior.
¿Te has parado a meditar sobre tus prioridades? ¿Piensas que las has elegido consciente o inconscientemente? ¿Es lo que quieres realmente o lo que la sociedad impone?
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