EN QUÉ SOMOS MUCHO MÁS BUENOS LOS HUMANOS
Hace escasas semanas el Parlamento Europeo ha aprobado una Resolución sobre la regulación jurídica de los futuros robots civiles avanzados.
En la Resolución aprobada se considera que la humanidad se encuentra a las puertas de una era en la que robots, androides y otras formas de inteligencia artificial, cada vez más sofisticadas, están a punto de desencadenar una nueva revolución industrial – llamada industria 4.0- que afectará a todos los estratos de nuestra sociedad.
En esta Resolución, se ha introducido una propuesta novedosa, que es la de otorgar a los futuros robots autónomos sofisticados una “personalidad jurídica” y la consideración de “personas electrónicas”. También se ha apuntado la necesidad de establecer un seguro obligatorio para los robots, un registro, una Agencia europea, una Carta sobre la robótica, y los principios fundamentales éticos que habrían de seguir los diseñadores robóticos (beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia).
Esta resolución no es vinculante ni tiene consecuencias jurídicas, únicamente pide a la Comisión que “estudie el tema”.
Sin duda, se trata de un primer esfuerzo legislativo para regular el sector emergente de la inteligencia artificial. En el mismo debate, el Parlamento Europeo rechazó una propuesta para recomendar la renta básica a los ciudadanos de la UE en compensación frente a los posibles efectos negativos de la implantación de la robótica y la pérdida de puestos de trabajo. Del mismo modo, también se rechazó aplicar un impuesto sobre el trabajo realizado por robots.
Los detractores de la renta básica, hablaron a favor de programas de apoyo para facilitar la transición a nuevos empleos, considerando que Europa no debería preocuparse por la pérdida de puestos de trabajo, causadas por la automatización, si no por enseñar a las nuevas generaciones las habilidades necesarias para encontrar su espacio en un futuro digital.
Hoy resulta más que relevante la pregunta de Frank Levy y Richard Murnane (2004):
¿Cómo la informatización afecta las tareas que realizan las personas y las máquinas?
Si ahora las máquinas aprenden, desde la educación parece oportuno preguntarnos ¿qué debiésemos enseñarles a los que NO son máquinas? ¿Cambia el sentido del aprendizaje y el valor del conocimiento? ¿Cómo pensar en una formación a prueba de futuro?, ¿Cuáles serán las habilidades creativas que no serán reemplazables por los nuevos desarrollos tecnológicos?
¿En qué somos mucho más buenos, hasta la fecha, los humanos que las máquinas?
Levy y Murnane (2004), concluyeron en su estudio que hay tres tipos principales de tareas que no pueden describirse mediante un conjunto de reglas y que, por tanto, resultan extremadamente complicadas para la inteligencia artificial:
- Identificar y solucionar problemas nuevos; si el problema es nuevo, no hay una solución establecida que pueda programarse.
- Comunicarse de un modo complejo (verbal o no verbal) con otras personas en situaciones de liderazgo, negociación, docencia y ventas.
- Realizar muchas tareas físicas «simples» que aparentemente parecen sencillas pero que son extremadamente difíciles de programar, como comprender, adaptar o transferir conocimiento para resolver problemas nuevos.
En las universidades todavía se sigue un sistema de enseñanza inspirado en el fordismo y el taylorismo (alumnos sentados en filas frente a un docente, materias tratadas de forma separada en diferentes asignaturas, métodos de cualificación y certificación uniformes, etc… Sistema pensado para un aprendizaje mecánico y homogéneo, muy distante de las exigencias que el mundo actual nos reclama.
Un sondeo de la Generation Europe Foundation (2010) demuestra que el acceso a la educación o a la formación no parece estar directamente correlacionado con la adquisición de las competencias concretas que requiere el mercado laboral. En el mismo informe se recogen extractos de entrevistas en las que se reflejan estas inquietudes:
“(…) La mayoría de universidades ofrece demasiada preparación teórica y poca preparación acerca de cómo abordar el mundo laboral real…”
“(…) Muchos alumnos no saben nada sobre el mundo empresarial ni sobre cómo prepararse adecuadamente para las entrevistas de trabajo…”
“(…) Tras acabar los estudios, hay que aprenderlo casi todo de nuevo en el lugar de trabajo, porque lo que te enseñan en la universidad (o el instituto) no tiene ninguna utilidad…”
En un entorno donde las demandas del mercado laboral cambian rápidamente y la coyuntura laboral está llena de incertidumbres, la adquisición de un título académico (hard skills) no basta para garantizar que las capacidades de los trabajadores encajen bien con los requisitos laborales.
Google, una de las organizaciones más innovadoras de Internet busca personas con capacidad de pensar y procesar información, más que en que sean capaces de repetir información. Además de incluir preguntas sobre conocimientos formales, el buscador gigante en los procesos de selección incluye preguntas de esta índole:
¿Cuántos balones caben en un bus escolar?; ¿cuánto cobrar por lavar todas las ventanas de una ciudad?. Explícale a tu sobrino de 8 años en tres frases, ¿qué es una base de datos?; ¿cuántas veces al día se superponen las manecillas de un reloj?
La intuición, el diagnóstico, la creatividad o el pensamiento complejo tienen importancia en este proceso.
¿Cómo aprender a responder a preguntas así de abiertas, complejas y extravagantes?. En un programa curricular de aprendizaje formal, difícilmente se adquirirán las destrezas para responder a estas preguntas.
Los trabajadores del conocimiento más que repetir y difundir el saber ya existente, han de ser capaces de añadirle valor, dando paso a la creatividad y la innovación. Para ello, es preciso potenciar algunas habilidades que son inherentes al ser humano y que, hasta la fecha, ninguna inteligencia artificial nos puede desbancar.
Las soft skills
Mientras las hard skills son consideradas las habilidades adquiridas a través del aprendizaje teórico y formal, las soft skills se definen como las destrezas o habilidades interpersonales y sociales y que constituyen un elemento clave en el éxito de las personas y que no se adquieren de forma curricular. Goleman definió la Inteligencia Emocional como una serie de competencias y habilidades para conseguir la eficiencia y el liderazgo. La conciencia propia, la gestión de las emociones, la intuición, la empatía y la resolución de conflictos están entre estas competencias.
El cómo versus el qué
John Moravec apuesta por crear nuevas tecnologías que ayuden a saber cómo aprender, no qué aprender.
Las tecnologías centradas en el qué son fantásticas para los trabajadores de una fábrica, pero para los creativos y los innovadores debemos fijarnos más en cómo aprendemos. El mundo cambia tan rápido que nos exige ser capaces de aprender continuamente, de desaprender y de volver a aprender para seguir siendo competitivos.
El aprendizaje permanente
En un contexto en que la sociedad y el mercado laboral evolucionan muy rápidamente es esencial adquirir nuevas habilidades y mantenerse al día del desarrollo de las adquiridas. La formación informal y el reciclaje constante son vitales para evitar la obsolescencia en los puestos de trabajo.
Diez habilidades vitales para los trabajadores en el 2020
El Institute for the Future (IFTF) del University of Phoenix Research Institute (UPRI) en el 2011, destacó diez habilidades que en su opinión serían vitales para los trabajadores en el 2020. Se trata de un análisis prospectivo que resume el panorama cambiante de capacidades necesarias para la próxima década (Davies, Fidler, &Gorbis, 2011).
Captación del sentido: la capacidad de determinar el sentido o significado profundo de lo que se está expresando.
Inteligencia social: la capacidad de conectar con los demás de un modo profundo y directo, y de captar y provocar las reacciones e interacciones que uno desea.
Pensamiento innovador y adaptativo: la facultad de plantearse y encontrar soluciones y respuestas más allá de las que se basan en reglas.
La competencia intercultural: la capacidad de participar en distintos entornos culturales en un mundo verdaderamente conectado a escala global. Según las capacidades de un trabajador, será posible destinarlo a varios lugares.
Pensamiento computacional: la habilidad de traducir grandes cantidades de datos en conceptos abstractos y comprender el razonamiento basado en datos.
Conocimientos sobre los nuevos medios: la capacidad de evaluar críticamente y desarrollar contenidos que utilizan nuevas formas de comunicación, y aprovechar estos medios para la comunicación persuasiva.
Transdisciplinariedad: la capacidad de entender conceptos procedentes de múltiples disciplinas.
Mentalidad orientada al diseño: la capacidad de representar y desarrollar tareas y procesos de trabajo para obtener los resultados deseados.
Gestión de la carga cognitiva: la capacidad de discriminar y filtrar la información según su importancia, así como de entender cómo aprovechar al máximo el funcionamiento cognitivo mediante una variedad de herramientas y técnicas.
Colaboración virtual: la capacidad de trabajar de modo proactivo, mantener el grado de implicación y desempeñar un papel activo como miembro de un equipo virtual.
Yo le añadiría: la capacidad de disfrutar de un paisaje, degustar una buena comida y de apreciar el aroma de una flor.
Que tengáis un buen día,
Montse
Fuente https://buenhabit.blogspot.com/2017/03/en-que-somos-mucho-mas-buenos-los.html
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